domingo, 1 de junio de 2014

Momento especial con KARMEL






Uno no sabe cuales serán los recuerdos que perdurarán en el tiempo. Es un atrevimiento decir de esto no me voy a olvidar en la vida cuando la experiencia nos dice que la memoria juega malas pasadas, sobre todo a los necesitados que nos regalen pasas de vez en cuando. Somos muy atrevidos en determinadas afirmaciones, incluso nos ‘jugamos’ cosas, como si fueran nuestras.
Pero hoy yo puedo decir que si me atrevo, si me ‘la juego’. El concierto-oración de anoche fue algo especial. Creo que poder vivirlo como lo viví desde las tres y media de la tarde hasta entrada la madrugada le dio un sentido de totalidad especial.
Quedamos a montar, no es sólo música y afinar los instrumentos, es mucho más. Es contar con mil detalles siempre pensando en los otros para que eso que se quiere comunicar, compartir y sentir tenga el efecto deseado. Nada se deja a la improvisación. Distribución de espacios, decisiones sobre lugares y formas de estar y tocar, sobre modos de presentar, detalles que deben resaltar… Todo un ejemplo de profesionalidad que luego se llenoó de responsabilidad. Cada uno de los componentes de KARMEL sabía qué y cuál era su función. Me avisaron, ‘necesitamos más de tres horas’. Un cable, un monitor, un instrumento, un símbolo, una alfombra, un espacio, una brida de seguridad, un poco de agua, un altavoz, ahora sonido, ahora luces… El tiempo va pasando y todo adquiere forma, el espectáculo está casi preparado. Todavía tenían unos minutos para ensayar, para probar el sonido… no hay problema. La canción elegida era una premonición, una oración a Dios para que saliera bien: ‘dame tus ojos quiero ver, dame tus manos…’ Era Él el protagonista de todo y no me había dado cuenta hasta ese momento. No eran ellos, no era yo, no eran los que iban a venir, no eran los que se iban a quedar en casa… Era Él, presente en cada tornillo, cada botón de la mesa de sonido, en cada letra de las canciones y en cada nota…
Luego vino el momento, el concierto. Muchos amigos de la parroquia, muchos amigos de los músicos, muchos que querían rezar y sentir. Creo que lo consiguieron, creo que pudieron acercarse a la Palabra, hablar con Dios, crecer en interioridad… yo si lo hice. Un repaso por la historia de la Salvación, por momentos de la vida de Jesús… Un SI tremendo para recordar a María, un vasija y una red… tarea de pescadores, misioneros. La Cruz, que presidía un lateral, para poder recordar el final de la mayor y más maravillosas locuras de nuestro dios, un final engañoso que se viste de blanco de Vida, de Aleluya para los que hombres y mujeres de esta tierra. Menciones a la sal, la luz, los pies cansados y necesitados de servicio, caricia y besos. Muchos detalles que quedarán en el corazón…
El concierto terminó recogiendo, riendo en delante de los coches antes de despedirnos era tarde, pero había sido tan intenso que no queríamos despedirnos. Antes hicimos comunidad recogiendo, hicimos comunidad ayudándonos unos a otros… Unos recogían basuar, otros cerraban puertas, despedían a los últimos, ponían en cajas, sacaban a la calle, cargaban en la furgoneta, cuidaban a los niños… reían, bromeaban, jugaban… fotos, encuentros, propuestas…
Fue más que un concierto… creo que esto era Pueblo de Dios.
Celebrar cincuenta años ha sido una excusa maravillosa para disfrutarTe, Señor.

Gracias KARMEL, nunca os vamos a olvidar.

David Oliver Felipo

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