Uno no sabe cuales serán los
recuerdos que perdurarán en el tiempo. Es un atrevimiento decir de esto no me
voy a olvidar en la vida cuando la experiencia nos dice que la memoria juega
malas pasadas, sobre todo a los necesitados que nos regalen pasas de vez en
cuando. Somos muy atrevidos en determinadas afirmaciones, incluso nos ‘jugamos’
cosas, como si fueran nuestras.
Pero hoy yo puedo decir que si me
atrevo, si me ‘la juego’. El concierto-oración de anoche fue algo especial.
Creo que poder vivirlo como lo viví desde las tres y media de la tarde hasta
entrada la madrugada le dio un sentido de totalidad especial.
Quedamos a montar, no es sólo
música y afinar los instrumentos, es mucho más. Es contar con mil detalles
siempre pensando en los otros para que eso que se quiere comunicar, compartir y
sentir tenga el efecto deseado. Nada se deja a la improvisación. Distribución
de espacios, decisiones sobre lugares y formas de estar y tocar, sobre modos de
presentar, detalles que deben resaltar… Todo un ejemplo de profesionalidad que
luego se llenoó de responsabilidad. Cada uno de los componentes de KARMEL sabía
qué y cuál era su función. Me avisaron, ‘necesitamos más de tres horas’. Un
cable, un monitor, un instrumento, un símbolo, una alfombra, un espacio, una
brida de seguridad, un poco de agua, un altavoz, ahora sonido, ahora luces… El
tiempo va pasando y todo adquiere forma, el espectáculo está casi preparado.
Todavía tenían unos minutos para ensayar, para probar el sonido… no hay
problema. La canción elegida era una premonición, una oración a Dios para que
saliera bien: ‘dame tus ojos quiero ver,
dame tus manos…’ Era Él el protagonista de todo y no me había dado cuenta
hasta ese momento. No eran ellos, no era yo, no eran los que iban a venir, no
eran los que se iban a quedar en casa… Era Él, presente en cada tornillo, cada
botón de la mesa de sonido, en cada letra de las canciones y en cada nota…
Luego vino el momento, el
concierto. Muchos amigos de la parroquia, muchos amigos de los músicos, muchos
que querían rezar y sentir. Creo que lo consiguieron, creo que pudieron
acercarse a la Palabra, hablar con Dios, crecer en interioridad… yo si lo hice.
Un repaso por la historia de la Salvación, por momentos de la vida de Jesús… Un
SI tremendo para recordar a María, un vasija y una red… tarea de pescadores,
misioneros. La Cruz, que presidía un lateral, para poder recordar el final de
la mayor y más maravillosas locuras de nuestro dios, un final engañoso que se
viste de blanco de Vida, de Aleluya para los que hombres y mujeres de esta
tierra. Menciones a la sal, la luz, los pies cansados y necesitados de
servicio, caricia y besos. Muchos detalles que quedarán en el corazón…
El concierto terminó recogiendo,
riendo en delante de los coches antes de despedirnos era tarde, pero había sido
tan intenso que no queríamos despedirnos. Antes hicimos comunidad recogiendo,
hicimos comunidad ayudándonos unos a otros… Unos recogían basuar, otros
cerraban puertas, despedían a los últimos, ponían en cajas, sacaban a la calle,
cargaban en la furgoneta, cuidaban a los niños… reían, bromeaban, jugaban…
fotos, encuentros, propuestas…
Fue más que un concierto… creo
que esto era Pueblo de Dios.
Celebrar cincuenta años ha sido una excusa maravillosa para
disfrutarTe, Señor.
Gracias KARMEL, nunca os vamos a
olvidar.
David Oliver Felipo




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